viernes, 29 de mayo de 2020

Becas, paguitas y mamandurrias.


Juan y Luis estudian en la universidad. La misma carrera, la misma facultad, el mismo curso. Hasta ahí llegan sus similitudes. Juan pertenece a una familia sin problemas económicos. No son ricos, no hace falta irse al cliché, pero no padecen grandes problemas para llegar a fin de mes. Sus padres poseen un trabajo estable y medianamente bien pagado que, afortunadamente, les permite poder ofrecer a sus hijos una buena educación. Juan solo ha de ocuparse, por tanto, de estudiar. Es un alumno normal, no malo, pero tampoco brillante, del montón. Este curso ha aprobado todas las asignaturas, aunque la mayoría de ellas con cincos raspados. Juan podrá seguir estudiando el curso que viene sin problema.

El caso de Luis es diferente. Luis pertenece a una familia con problemas económicos. Los padres de Luis encadenan trabajos precarios e inestables, con períodos de paro, que rara vez les permite llegar a fin de mes sin dificultad. Para ayudar en casa y para poder costearse sus propios gastos, Luis trabaja por las tardes como repartidor en una de estas startups españolas tan modernas y molonas (y tan laxas en lo que a derechos y leyes laborales se refiere) de reparto de comida a domicilio. Ese trabajo lo combina con sus estudios. Luis puede estudiar en la Universidad gracias a una beca. Este curso ha aprobado todas las asignaturas, aunque la mayoría de ellas con cincos raspados. Luis no podrá seguir estudiando en la Universidad el año que viene, porque ha perdido la beca, que le exigía una media de seis y medio.

Y hete aquí que el Gobierno decide cambiar los criterios para recibir dicha beca y anteponer los motivos económicos a los académicos. Porque una beca para poder estudiar no es un premio del Estado por sacar buenas notas, y que así tengas dinero para irte de Interraíl en verano. Es un instrumento para conseguir cierta, solo cierta, justicia social. Es un mecanismo para tratar de paliar, en lo posible, las malas cartas económicas que te han tocado al nacer. Luis tiene exactamente el mismo derecho que Juan a poder seguir estudiando. A mí me parece esto una cosa bastante obvia, pero vistas algunas (demasiadas) reacciones parece ser que no es así.

Porque resulta que Luis es un vago. No se esfuerza lo suficiente. Estudia con la ley del mínimo esfuerzo. ¿Por qué iba el Estado a gastar dinero en alguien así? Luis no merece seguir estudiando. Juan sí. Han sacado exactamente la misma nota, pero para uno de ellos el camino universitario termina aquí. Juan acabará la carrera, después estudiará un máster y conseguirá un buen trabajo. Luis no. A Juan le gusta creer que él merece todo lo que tiene (es muy posible que de verdad lo merezca, no es de eso de lo que estamos hablando aquí), que nadie le ha regalado nada y que todo lo que posee se debe a su esfuerzo personal. Luis, por su parte, encadenará trabajos inestables, mal remunerados y tendrá que soportar a mucha gente diciendo que se lo merece, que no se ha esforzado.

Existe una muy extendida corriente social, ligada al neoliberalismo, que criminaliza al pobre. Cualquier medida política que se anuncia encaminada a paliar la pobreza, ya sea el ingreso mínimo vital, el cambio de criterios para las becas o el aumento del salario mínimo supone, a ojos de liberales y "meritocráticos", un gasto inasumible por el Estado, una paguita para vagos que se gastarán en vino o en televisiones de plasma, una mamandurria, como diría la musa de esta gente. A esto últimamente se le llama aporofobia pero es lo que toda la vida hemos conocido como clasismo. Y es, en mi humilde opinión, una lacra social tan grande como el machismo o el racismo, pero con mucha menos atención mediática. En esta época de libros de autoayuda, en la que se ha nos intentado convencer de que podemos tener aquello que nos propongamos si nos esforzamos lo suficiente, lo que ha calado como un mantra es que si no lo consigues es porque, efectivamente, no te has esforzado suficiente. Si eres pobre es por tu culpa.

Mi ideología política es bastante sencilla. No tengo unas ideas complejas. Culpa mía. Apenas he leído a Marx, o a Gramsci, o a Adam Smith o a cualquier otro filósofo político o economista que se os ocurra, lo cual es un déficit personal grave. La única ventaja de esto es que puedo resumir esas ideas en pocas líneas. El Estado debe encargarse (aparte de la seguridad de sus ciudadanos) en reducir la brecha entre ricos y pobres, en garantizar, con todos los medios de los que disponga, la igualdad de oportunidades. Eso incluye, por supuesto, una sanidad y educación universal, pública, gratuita y de calidad. Y eso incluye también  becas universitarias para aquellos alumnos que no pueden costear las matrículas. No hay meritocracia que valga si para llegar a un punto unos pocos tienen que recorrer dos kilómetros y otros muchos han de recorrer cuarenta. El mundo no ha cambiado de base, ni tiene pinta de que vaya a hacerlo. Intentemos, al menos, que los parias sean cada vez menos, y cada vez menos parias.

Alfonso @Springsteen_81

viernes, 15 de mayo de 2020

¿Viva España?

Esta mañana, al salir del supermercado, ha pasado un coche cuyo conductor iba agitando una gran bandera rojigualda y a su paso ha gritado un sonoro “¡VIVA ESPAÑA!”, de ese modo tan característico alargando mucho la ese como para dar énfasis a su amor por la patria. Lo primero que me ha provocado es un escalofrío, lo segundo cierta vergüenza ajena, y lo tercero, por qué no admitirlo, un poco de miedo.

Desconozco si esta anomalía ocurre también en otros países, aunque sospecho que sí, puesto que, a priori, que alguien exprese su amor por algo, en este caso su tierra, no debería incomodar a nadie. Sucede que ese “VIVA ESPAÑA”, que gritan con mucha fuerza para que todos lo oigamos muy bien, no es un grito de amor, ni de admiración, ni de respeto, sino de odio. Como si te lo escupieran en la cara. Una manera de decirte que tengas cuidado. Una amenaza, a veces velada y a veces explícita, que provoca, entre otras cosas, la desafección de mucha gente, yo incluido, por esos símbolos.

No tengo ni el más mínimo complejo de ser español. Para empezar porque la nacionalidad es un mero accidente, no se elige. No hay, por tanto, ningún mérito ni ningún demérito en ser español, francés o eslovaco. Detesto ese lugar común, muy extendido entre la izquierda, de que aquí seamos peores que en otros sitios. La frase "esto solo ocurre en España" siempre es mentira, sin importar cómo continúe. He participado de la alegría colectiva de los éxitos de deportistas españoles, más por cercanía que por orgullo patrio. Hay cosas que me gustan mucho de este país (ser referencia en donación de órganos, de los primeros países en aprobar el matrimonio igualitario, de nuestra sanidad y educación universal, de nuestra cultura...) y otras que no me gustan tanto. Por lo tanto, y antes de que nadie me acuse de ello, no soy antiespañol. Para mí eso resultaría tan absurdo como ser antialtos o antirrubios. Lo que pasa es que España no son esos de banderita, chaleco y gomina, eso quisieran ellos, pero afortunadamente no es así. Solo son una parte, una de las que no me gustan.

Pero analicemos un poco qué hay detrás de ese “VIVA ESPAÑA”. ¿A qué se refieren? ¿Qué es lo que tanto les llena de orgullo de España? Veamos. ¿La cultura? Parece bastante evidente que a una parte muy importante de ella no. Detestan con toda su alma el cine español, por ejemplo. Pero no es solo el cine. A menudo simpatizan abierta o disimuladamente con quienes asesinaron a Lorca u obligaron al exilio a Machado, Alberti, Picasso, Buñuel o encerraron hasta su muerte a Miguel Hernández. Tampoco creo que les agraden referentes de la danza como Antonio Gades. Descartamos pues, que gran parte de nuestra cultura alimente ese orgullo español. ¿Se referirán entonces a sus compatriotas? Resulta obvio que no, esto no hay casi ni que explicarlo. Solo quieren a SUS españoles, que son bastante menos que la mitad. ¿Se referirán a nuestro sistema democrático? Tampoco es probable, puesto que siempre se sienten ultrajados y robados cuando no gobiernan los suyos. ¿A los idiomas de España? Me extrañaría, viendo cómo desprecian a tres de ellos ¿A los lazos con Hispanoamérica? No creo, si nos fijamos en cómo tratan a nuestros hermanos hispanoamericanos que vienen aquí a ganarse honradamente la vida. ¿Pero entonces qué coño es “España” en ese “VIVA ESPAÑA”? España son ellos y punto. No trates de entenderlo. Por suerte, se equivocan.

@Springsteen_81